Santo Rosario en los Conventos y Monasterios de Clausura, II Congreso de Hermandades y Piedad Popular

La Hermandad de la Antigua de Sevilla, cuyo fin son los Conventos, ha sido designada por este II Congreso, la cual forma parte del Consejo de Liturgia, está llevando a cabo una serie de actos de Piedad Popular en los Conventos de la Provincia de Sevilla.

Por tal motivo, su Hermano Mayor, D. Manuel García Preciados de la mano del Consejo de Hermandades y Cofradías de Utrera, nos visitó el pasado miércoles en el Convento de las Reverendas Madres Carmelitas para celebrar este acto de Piedad Popular.

Con este de Utrera, hoy se cumple la mitad del ciclo, ya que quedan otros 10 conventos de la Diócesis de Sevilla. En los que se están realizando actos de Piedad Popular como el rezo del Santo Rosario y Vialucis, contando con las hermandades locales, junto a las comunidades de monjas y fieles asistentes.

Estos son algunos de los objetivos que marca el Congreso

Analizar, reflexionar y discernir en comunión sobre la realidad y el futuro de las hermandades y la piedad popular como un movimiento universal esencial para la conservación y la trasmisión de la fe católica y los valores del humanismo cristiano.

Presentar a las hermandades y cofradías como modelos de comunidades de fe, de integración y compromiso social y de pujanza asociativa con carisma propio en el seno de la Iglesia y fidelidad a la cultura de cada sociedad.

Dinamizar la vida y la actividad cultural, caritativa y formativa de las hermandades y cofradías como instrumentos de evangelización, fraternidad y compromiso cristiano, promoviendo un ejercicio de responsabilidad y trabajo en el seno de estas corporaciones.

Animar la participación y colocar a las hermandades y cofradías de todo el mundo, en la línea de salida de la celebración del Gran Jubileo de 2025 en Roma.

> Enlace a la página web del II Congreso Internacional de Hermandades y Piedad Popular<

 

San Juan Pablo II y el Santo Rosario

“El Rosario es mi oración preferida. Oración maravillosa en su sencillez y en su profundidad. En esta oración repetimos muchas veces las palabras que la Virgen María escuchó de boca del ángel y de su prima Isabel. A estas palabras se asocia toda la Iglesia.

Se puede decir que el Rosario es, en cierto modo, una oración-comentario del último capítulo de la Constitución” Lumen Gentium” del Vaticano II, capítulo que trata de la admirable presencia de la Madre de Dios en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Sobre el fondo de las palabras “Dios te salve, María”, pasan ante los ojos del que las reza los

principales episodios de la vida de Cristo, con sus misterios gozosos, dolorosos y gloriosos, que nos hacen entrar en comunión con Cristo, podríamos decir, a través del corazón de su Madre.

Nuestro corazón puede encerrar en estas decenas del Rosario todos los hechos que componen la vida de cada individuo, de cada familia, de cada nación, de la Iglesia y de la humanidad: los acontecimientos personales y los del prójimo y, de modo particular, de los que más queremos. Así, la sencilla oración del Rosario late al ritmo de la vida humana”.

S.S. Juan Pablo II

Cómo surgió el rezo del Santo Rosario

La Santa Iglesia recibió el Rosario en su forma actual en el año 1214 de una forma milagrosa: la Virgen se apareció a Santo Domingo de Guzmán y se lo entregó como un arma poderosa para la conversión de los herejes y otros pecadores de esos tiempos. Además, le encomendó la tarea de propagar su devoción.

Esta cobró fuerza en la cristiandad tras la Batalla de Lepanto en 1571. Los musulmanes controlaban el Mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los reyes católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta de la amenaza inminente. El Papa Pío V pidió ayuda pero no le hicieron mucho caso hasta que el peligro se hizo muy real y la invasión musulmana se hizo certera.

El 17 de septiembre de 1569 el Papa pidió que se rezase el Santo Rosario. Para salvar a la cristiandad se formó la Liga Santa, conformada por los Estados Papales, el Reino de España, la República de Venecia, la República de Génova, el Ducado de Saboya y la Orden de Malta.

El 7 de octubre de 1571 la Liga Cristiana, comandada por Don Juan de Austria, se enfrentó a la flota musulmana en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. Antes del combate las tropas cristianas rezaron devotamente el Santo Rosario para vencer a un enemigo superior en número y buques de guerra.

La batalla de Lepanto duró muchas horas pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos. Mientras el combate naval transcurría, en Roma el Papa Pío V rezaba el Rosario en su capilla.

De repente el Papa salió y, por aparente inspiración, anunció con gran calma a todos los presentes que la Santísima Virgen le había concedido la victoria a los cristianos.

Semanas más tarde llegó el mensaje de la victoria de parte de Don Juan de Austria, quien, desde un principio, atribuyó el triunfo de la Liga Cristiana a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario.

Como agradecimiento a la Virgen María, el Papa Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y agregó a las Letanías de la Santísima Virgen el título de “Auxilio de los Cristianos”. Más adelante, el Papa Gregorio III cambió el nombre de la fiesta a la de Nuestra Señora del Rosario, que se celebra actualmente el 7 de octubre.

La Batalla de Lepanto no fue la única vez donde la devoción al rezo del Santo Rosario se manifestó con poder. Un siglo más tarde, los turcos sitiaron Viena, la capital de Austria. Las fuerzas del enemigo eran superiores y si conquistaban la ciudad Europa caía. Ante esta posible desgracia, el emperador rogó a Nuestra Señora del Rosario que los protegiera.

Hubo una sangrienta batalla y cuando todo parecía perdido, llegó el rey de Polonia, Jan Sobieski, el 12 de septiembre de 1716, día de la fiesta del Santo Nombre de María, al mando de un ejército cristiano y derrotó a los turcos.

También el 5 de agosto de 1716, el príncipe Eugenio de Saboya, comandante de los ejércitos cristianos, venció a los turcos. En aquel entonces ese día se celebraba la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves.

El Papa Clemente atribuyó la victoria a la devoción manifestada a Nuestra Señora del Rosario. En acción de gracias, mandó que la fiesta del Santo Rosario fuera celebrada por la Iglesia universal.